miércoles, 18 de junio de 2008

Ella

Llegaba tarde a tu encuentro, fue por eso que decidí, a pesar de la hora, tomar ese camino. La calle obscura y adoquinada daba la sensación de una peligrosa desidia, pero los autos estacionados a merced de cualquier desfalco se encontraban incorruptos, eso me daba a entender que era seguro el atajo.
La mano que sentí en mi hombro me hizo pensar que algún amigo me había divisado, pero al voltearme me encontré con una mujer delgada, de brazos bien formados, con un vestido algo osado. Sin darme tiempo a pensar, su otra mano acarició mi estomago, se deslizo dentro de mi pantalón y tomo mi pene y me miro fijamente a los ojos hasta que adquirió una consistencia juguetona. Fue entonces cuando me ofreció terminar el trabajo por 20 pesos.
Si bien disponía del dinero, la propuesta no me agradaba, y conteste:
- No, gracias, estoy sin plata.
Al momento que intente emprender mi retirada, su mano en mi hombro se aferro con verdadera fuerza y me acerco más hacia ella. Mientras acaricio mi culo, saco la billetera de mi pantalón, la abrió frente a mi cara de impotencia:
- A ver …
Saco el dinero, lo guardo en un bolsillo y tiro la billetera a unos metros. Fue cuando quise escapar que me empujo hacia una puerta y esta vez con sus dos brazos sobre mis hombros, con una fuerza mayor a la mía, hizo que me agachara. Entonces sentí el frío metal de un revolver sobre mi sien, mientras se abrió el pantalón y saco su triste pene.
Cerré los ojos, apreté la boca, endurecí los puños y junte mis nalgas, pero estos gestos y mis pedidos de libertad solo lograron que el se excite mas en su hazaña. Al mover la cabeza de un lado a otro, para evitar que meta su miembro en mi boca, sentía, aunque no lo veía, como refregaba su débil, arrugado, pero depilado pene sobre mi cara y mis labios. Entonces apretó con fuerza el revolver y dijo:
- Abrí la boca, puto.
- No por favor, no.
Respondí entre llantos, por la impotencia que recorría mis brazos, como contrayendo y estirándolos al mismo tiempo.
Mis lagrimas solo lograron que se endureciera su pene, y fue ahí cuando tomo mi mano y la puso enzima. Teniéndolo agarrado note que tenia cierta temperatura, y hasta pulso propio, fue entonces que divise el escape.
Abrí mi boca tan lento como el miedo y el pudor me lo restringieron, y lo metí adentro con la misma velocidad. Tras sus felicitaciones, cerré fuerte y repentinamente mi mandíbula, mientras que golpee su arma con la mano. Intento sostener un pedazo de si que colgaba solo de una vena y evitar que se escape la sangre y caiga al piso, como a quien se le cae un puñado de monedas. Para cuando termino de caer al piso con un llanto de dolor extremo, yo ya estaba pateando su cabeza con fuerza. Lo hice una y otra vez, y aunque me hubiese detenido por un segundo a racionalizar hubiese seguido golpeándolo. Lo golpee hasta un tiempo después de que dejo de gritar, y me eche a correr.

Hoy, vos y yo, ya no somos pareja, porque mi retrazo de esa noche te molesto por última vez, según tus palabras. También hoy en día, aunque de explicaciones morales y espirituales de porque soy vegetariano, se que no puedo morder un pedazo de carne sin recordar aquel episodio. Aunque a veces en la privacidad de las noches solitarias, no lo puedo evitar y el recuerdo viene a mi mente, solo que ahora me gusta…